Pocas horas después de jurar su cargo como presidente, Mariano Rajoy compareció el 21 de diciembre, a las 19:30h, en Moncloa para informar de la composición de su gobierno. La expectación era máxima. No sólo en los medios de comunicación sino en la sociedad. Nada se había filtrado hasta ese momento sobre nombres y carteras y lo único que aseguraban los medios de comunicación es que, efectivamente, Rajoy estaba manejando los tiempos y los modos, a su manera, de forma exquisita.
Sus primeros pasos tras las elecciones del 20 de noviembre (reuniones, debate de investidura…) estaban siendo bien valorados por interlocutores y prensa. Se subrayaba la imagen de seriedad que el nuevo presidente del Gobierno parecía querer ofrecer a los españoles, a Europa y al mundo entero. Así lo escribía, por ejemplo, el periodista Mariano Calleja en ABC: “Mariano Rajoy ha llegado al Palacio de la Moncloa con un estilo de hacer política que, como se ha comprobado desde el momento en que ganó las elecciones del 20 de noviembre, está en las antípodas del «talante» que exhibía José Luis Rodríguez Zapatero, y que tiene como objetivo recuperar la confianza y credibilidad perdidas en el Gobierno en los últimos años, dentro y fuera de España. Se trata de un estilo basado en un respeto escrupuloso a las formas y a los tiempos democráticos, al papel de las instituciones, a la fijación de prioridades sin gestos florales a la galería, y también, como dijo en el debate de investidura de la semana pasada, en llamar «al pan, pan y al vino, vino», es decir, sin disfrazar la realidad por dura que sea”.
Pues bien, en ese ambiente mediático e institucional de halagos y parabienes, Mariano Rajoy cometió su primer error con la prensa. Fue el día 21 de diciembre, a las 19:30h, al convocar a los medios de comunicación a una rueda de prensa para informar de la composición de su gobierno y no permitir preguntas. Este es el vídeo de la comparecencia:
Tras leer la lista, el presidente del gobierno se dispuso a abandonar la sala pero un periodista llamó su atención para hacerle una pregunta. “Será una pregunta técnica”, comentó Rajoy, volviendo a su posición en el atril. Dejó que el informador formulara la pregunta (no se escuchó claramente en la retransmisión en directo que estaban dando prácticamente todas las cadenas de televisión), le agradeció la misma y abandonó la sala sin contestarle. Así lo contaba Eduardo Fernández en el diario El Mundo: “En su comparecencia del miércoles, Rajoy, tras desear "muy buenas noches" a los asistentes, leyó la composición del nuevo Ejecutivo e hizo amago a continuación de abandonar la sala, un gesto ante el que los periodistas mostraron su desacuerdo. Entonces, el nuevo presidente aceptó recibir una pregunta "técnica". Cuando escuchó la cuestión, sobre los ministros designados, dio las gracias y abandonó la sala sin aportar ningún tipo de información complementaria”.
“La primera en la frente”, le oí quejarse a Ángel Expósito en ABC Radio, en el programa de Isabel San Sebastián, a las pocas horas. “La rueda de prensa no es sólo para los periodistas sino para la sociedad entera”, añadió Expósito en su video blog, quien se quejó de que Rajoy no hubiera permitido a los informadores preguntar sobre los criterios para crear ese y no otro ejecutivo. Escuchen la opinión de Ángel Expósito:
Unos días antes del debate de investidura, la prensa internacional remitió una carta a Mariano Rajoy pidiéndole una relación más fluida con la prensa: "Entendemos que la calidad de una Democracia depende también de la independencia de los profesionales de la información, incluyendo los de los medios internacionales", explicaban en su misiva el Club Internacional de Prensa y el Círculo de Corresponsales Extranjeros.
El derecho a recibir información está recogido en el artículo 20 de la Constitución española. Es uno de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Los españoles debemos confiar en que esta metedura de pata del presidente del gobierno, a las pocas horas de ser elegido, le haya servido para darse cuenta de la comunicación institucional que no debe seguir. Ese comportamiento está muy lejos de la exquisitez en las formas que quiere imponer a su modo de gobernar. Respeto institucional, sí. Y a la prensa, también.
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